Un enemigo sin filiación política, raza, nacionalidad o idioma, que ataca a cualquier condición socioeconómica, aunque con diferentes resultados según cada estrato social.

Este enemigo encontró efectivos aliados, como las inexistentes respuestas coordinadas, masivas y prontas de organizaciones regionales o mundiales. Cada país utilizó sus posibilidades y estrategias, observándose como países integrados a los mismos organismos (Unión Europea) obtenían resultados muy dispares, por ejemplo Alemania en comparación a España, Italia y Francia.

La pérdida de vidas, los millones de enfermos y los incalculables problemas económicos, serán una herida inolvidable que tardará tiempo en sanar.

La pandemia parece haber beneficiado sólo a unos pocos multimillonarios e indiscutiblemente al medio ambiente. El planeta agradece la reducción de la contaminación y el respiro de la asfixiante actividad humana con una hermosa “invasión” de múltiples animales a ciudades vacías.

Esta crisis demuestra lo obvio: la tierra no necesita a los humanos. Cinco extinciones masivas previas y el inicio de una sexta provocada por la acción humana, sumada al coronavirus, nos enfrenta a una verdad ineludible: somos únicamente inquilinos de un planeta que debemos preservar por ser heredado y porque es nuestra obligación preservarlo para las futuras generaciones.

¿Cómo enfrentar nuestra vulnerabilidad como especie? Reinventando nuestro modo de vida, basándolo en la solidaridad, la cooperación y la protección de la naturaleza.

No existe vacuna para el egoísmo, individualismo, la estupidez humana ni para el SARS-cov-2. De no volvernos más solidarios, cooperativos y preservacionistas, fabricaremos la vacuna contra este virus, pero no superaremos al verdadero enemigo: nuestro antropocentrismo.

Sin saber a ciencia cierta de donde salió el virus, los hechos demuestran que los desarrollos científicos y económicos sirvieron de poco para enfrentar coordinada y efectivamente la pandemia, protegiendo y siendo sensibles con los más vulnerables. El “sálvese quien pueda” que cada país y muchas personas aplican, deja ver que las reacciones más básicas de nuestro cerebro primitivo no pudieron ser superadas a pesar de experiencias colectivas de pandemias del pasado.

Países colectivistas como Corea del Sur son más exitosos que países individualistas como Estados Unidos y aquellos de la Europa mediterránea, al enfrentar esta crisis. La gran cantidad de pérdidas humanas occidentales nos obliga a aprender de sociedades que privilegian lo colectivo y el bien común.

Sobreviviremos, avanzaremos, pero debemos preguntarnos si seremos sólo “sobrevivientes” o nos convertiremos en sociedades más integrales.

La solidaridad, cooperación y la preservación del ambiente no son temas ni de izquierda ni de derecha, no requieren un color de piel, nacionalidad, idioma ni tampoco fronteras. Esos componentes para ser integrados en cualquier modelo de desarrollo sólo requieren una actitud visionaria de la humanidad y mucha humildad.

Un aprendizaje de esta crisis para toda Costa Rica: la solidaridad y universalidad de los servicios públicos actuales, debe defenderse y fortalecerse. Esto será siempre nuestra mayor fortaleza ante cualquier adversidad.

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