Ante el COVID-19, no hay duda de que el entendimiento de esquemas de tratamiento, la epidemiología de la enfermedad, el uso de herramientas diagnósticas certeras, el manejo de pacientes críticos, entre otros, se lo debemos en su mayoría a los clínicos e investigadores de China. Nos queda muchísimo aún por aprender de ellos.

Sin embargo, tampoco quedan dudas que sus medidas para controlar la infección masiva de su población fueron drásticas según estándares democráticos occidentales. Durante varias semanas solo un miembro de la familia podía salir de su casa cada tres días para comprar alimentos y otros bienes esenciales. Se lograron cuarentenas estrictas de decenas de millones de personas, y se restringieron otras libertades personales. Eso sí, todo esto logró su cometido.

Hoy China le demuestra al mundo que existe una respuesta ante el COVID-19, dándole esperanzas a países como España e Italia de que mejores tiempos vendrán. Ahora que “se detuvo” la expansión de virus en China, los meses que siguen serán unos de supervisión rigurosa de su población para evitar nuevos picos de COVID-19. Estas medidas pueden incluir monitoreos generalizados con cámaras con capacidad de reconocimiento facial (China tendrá hasta 500 millones de cámaras en el 2021), rastreos obligatorios por medio de geolocalización para sus ciudadanos, y restricciones en los puertos de entrada a este país. Costa Rica ni tiene esa capacidad tecnológica, ni se puede dar el lujo de cerrar fronteras por periodos prolongados.

Por esta razón, tal vez valga la pena dar una mirada a países como Singapur y Taiwán. De hecho, según un análisis hecho por este servidor, la experiencia hasta ahora de Costa Rica se parece más a la de estos países que a la de China. Costa Rica, Taiwán y Singapur tienen tasas sostenidas de casos nuevos por día similarmente bajas, y han logrado, hasta ahora, contener el crecimiento exponencial de los casos acumulados en base a buen sistema de detección, rastreo de contactos, y aislamiento de casos. La diferencia ha sido que ni Taiwán, ni Singapur han tenido que recurrir a cierres masivos de escuelas o centros de trabajo.

Si bien Costa Rica se encuentra en etapas más tempranas de la pandemia, las experiencias del manejo poblacional de estos países pueden traer pistas claves para la reactivación de nuestra economía y de nuestras vidas diarias, mientras se salvaguarda la salud de la población. Estoy seguro de que valdrá la pena generar un canal de comunicación con estos países asiáticos para después compartir la experiencia con el resto de Latinoamérica. La crisis, por más dura que sea, nos da muchas oportunidades de aprendizaje.

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