Academia ISKF, San Francisco de Heredia. Entre las 62 medallas ganadas por Costa Rica en el Centroamericano de Karate (en febrero de este año ), hay dos bronces con un valor sentimental mayor por el personaje que tienen detrás. Me refiero a la niña que tenía miedo de competir y utilizó una enfermedad incurable como el impulso para dar un paso al frente.

Palmares es su hogar desde que tiene consciencia y aunque se describe “calmada” durante la infancia, nunca dejó de curiosear en deportes como la natación, el fútbol y la gimnasia. Al punto que, mediante la disciplina acuática, llegó hasta los Juegos Deportivos Nacionales.

“Tal vez es porque siempre fui muy terca” dice entre risas. Lo olfateaba desde el principio de la conversación y ratifico cuando me relata sus primeros pasos en el karate, ya que fue un taller de defensa personal en el colegio, el cual la llevó hasta la academia del sensei Juan Pablo Hernández con 15 años.

Ella sabía que su edad no era la idónea y en casa todos añoraban que volviera al fútbol o la natación por “la violencia” del karate, sin embargo, nunca se dejó influenciar y entrenó relativamente tranquila durante 5 años. Sin competencias internacionales o procesos de selección hasta que dos retos tocaron a la puerta…

-Al ingresar a la U, empecé a estudiar Arquitectura en Heredia y llegaba muy cansada a los entrenamientos porque eran 2 horas de ida y 2 horas de vuelta. Fue una época llena de dudas, pero el amor por el deporte siempre pudo más.

-Y con respecto a la enfermedad ¿Cómo la detectaron? ¿Fue en esa época verdad? 

-(Hace una pausa larga) El cansancio era cada día mayor...al punto que empecé a sufrir dolores de cabeza, mucha presión y tenía sueño todo el día. Decidimos ir al médico porque no lo veíamos normal.

-Imagino que fueron con cierto temor..

-Para mí lo más importante era detectar que tenía y después de infinidad de exámenes, nos enteramos que tenía Lupus y estaba afectando mis riñones.

Hace tan solo 3 años, Gabriela fue diagnosticada con esta enfermedad crónica y empezó un tratamiento que radica en 20 pastillas diarias. Era el final de su carrera deportiva para el doctor y el instante idóneo para despejar todos sus dudas con un: ¡Adiós karate!

Aunque tenga poco sentido, nada de esto ocurrió y nuestra protagonista utilizó la enfermedad como la excusa perfecta para sobrepasar la barrera mental de competir a nivel internacional. Gabriela llevaba 6 años con el temor de participar en eliminatorias de selección porque creía que no daría la talla ante las mejores del país.

-¿Cómo cambia la enfermedad un miedo tan profundo?

-Porque uno se entera lo corta que es la vida y la necesidad de hacer las cosas ya.

-Por sus recientes logros, debo intuir que se mandó a esa eliminatoria…

-(Se ríe) Pues claro. Logré uno de los 2 puestos en el equipo nacional y empecé los dos años más exitosos de mi carrera. 

A partir de ese instante, su carrera no ha parado de crecer. Con palabras entrecortadas y un positivismo envidiable, prefiere huirle a las historias de quimioterapia en el final de la entrevista. No le gusta echarse para atrás porque sabe que cada día vendrán obstáculos peores y que solo podrá superarlos, mientras siga caminando.