¿Se acuerdan de la nota que publicamos hace unas semanas en este Súper Reporte, en la que les contamos que quien no se haya adentrado en Talamanca no puede decir que conoce Costa Rica? Pues les cuento que no han sido pocas las personas que nos han escrito para preguntarnos más detalles para acceder y conocer esta maravillosa zona de nuestro país.

Si usted es de esas personas y, además, está dispuesto a ponerse las botas y ayudar a uno de los territorios más históricamente necesitados de nuestra tierra, no se quede sin leer esta nota en las que les contamos del trabajo que realizan Monseñor Javier Román Arias y de la Diócesis de Limón en la zona, y les dejamos una opción para que se adentren, conozcan y, principalmente, ayuden a estos territorios costarricenses.

Todo lo que omití contarles

Foto de Monseñor Javier Román Arias

Voy a arrancar el detalle de esta opción (que es mucho mucho más que una opción turística) hablándoles de todo lo que omití contarles en la nota anterior.

La nota anterior tenía un tono mucho más turístico y el Súper Reporte procura un enfoque noticioso mucho más feliz que el que me toca abordar hoy. Eso no quiere decir, sin embargo, que la realidad no le pegue un golpe directo en la cara a uno, apenas entra a Talamanca; y aunque para nosotros pueda ser harto conocido que estamos hablando de una de las zonas más abandonadas de nuestro país, eso no quiere decir que la mayoría de nosotros seamos capaces de dimensionar el nivel de pobreza que se vive por allá, si no hemos ido nunca.

Empezamos dejando que los datos hablen: un informe de la Embajada de los Estados Unidos, del Ministerio de Seguridad y de Policía Nacional de Colombia, señaló en febrero del año anterior al cantón de Talamanca como el más pobre de todo el país.

Esta pobreza, claramente, no está en las zonas hoteleras de Puerto Viejo y Cahuita, sino en zonas como Telire y Bratsi, que son los que más población indígena concentran. Es allá donde se registran los índices de desarrollo social más bajos de todo el cantón y también de todo el país.

El informe señala, como el ejemplo más fuerte, que la cantidad de hogares con insuficiencia de recursos en esta zona de Talamanca es el doble a la del promedio nacional pues más del 50% de los hogares de la zona, viven con al menos una necesidad básica insatisfecha.

Esa situación se va acrecentando conforme uno más se va adentrando en los territorios indígenas, pues mientras más se complica el acceso a los poblados, más se agudiza la situación.

Y si bien esta es una forma nada feliz de empezar un Súper Reporte, el trabajo de la Diócesis de Limón (que es el verdadero tema central de esta nota) sí lo es; por eso es que necesito hablares de todo ese aspecto previo antes de empezar con el contenido positivo que vamos a tratar por acá y de invitarlos, nuevamente, a que se den una vuelta por la zona y se unan a ayudar a una de las regiones de nuestro país que más lo necesitan.

Décadas de trabajo

Hace varias décadas fueron dos sacerdotes alemanes, Bernardo Drüg y Bernardo Koch, quienes arrancaron el trabajo en los territorios indígenas de Talamanca y del Valle de La Estrella.

Su objetivo por supuesto tenía como centro a la fe católica, pero más que eso el trabajo que realizaron se basó (y se basa aún hoy en día) en llevar comida, agua, medicamentos y servicios básicos a las miles de personas que viven en este territorio, en el que el Estado lleva siglos de no ser más que un rumor lejano.

Durante su trabajo que consumió más de cuatro décadas, los dos curas alemanes "abrieron caminos, fundaron escuelas y ayudaron a levantar casas en Amubri, Telire, Suretka y Alto Cuen", según señaló el diario La Nación en una nota publicada en 2018.

Los lugareños todavía se acuerdan del padre Koch y de su avioneta que era utilizada para sacar a los enfermos, para transportar alimentos y para a conectar a aquellas comunidades con una Costa Rica que durante siglos, pareció haberla olvidado.

Ese trabajo es el que hoy en día, continúan la Diócesis de Limón y Monseñor Javier Román Arias, quien desde hace años es uno de los encargados de continuar el trabajo en estas zonas que lo necesitan tanto.

La semana pasada, de hecho, Monseñor conversó con Delfino.cr para explicarnos cuáles son las necesidades principales de la zona y también para invitarnos a todos nosotros a ayudar a mitigarlas:

Las necesidades principales son salud, educación y vivienda. Allá el médico sube cada tres meses y aunque están haciendo en Piedra Mesa y Bajo Blay dos Ebais muy bonitos, es una ofensa que tengamos un edificio de tres pisos para que los médicos sigan subiendo una vez al mes. Es necesario que los médicos se puedan desplazar a las comunidades. Las escuelas son ranchos que se están cayendo, hace falta inversión en escuelas y apoyo para la alimentación de los escolares".

¿Se imaginan una Costa Rica donde los niños no tengan comedores estudiantiles? ¿Donde las mujeres embarazadas tengan que bajar caminando durante tres días, hasta el centro médico más cercano y donde sea pan de cada día que muchas de ellas tengan que dar a luz en el camino porque en el trayecto parece que nadie sabe ni qué son ni el MOPT ni el CONAVI?

Esa es la realidad de las más de quince comunidades que viven en zonas como Alto Telire, ubicada a más de 3 días a pie del lastre más cercano.

Allí, dice Monseñor, todos esos derechos humanos que gozamos muchos costarricenses no existen: "aunque digan que las escuelas tienen comedores hasta en vacaciones, aquí no, aquí no hay. Aunque digan que el kinder es obligatorio, aquí no hay kinder ni alimentación".

De ahí la importancia del trabajo que realizan y en del que todos podemos formar parte ¿Ya están alistando maletas?

Vaya a Talamanca: Monseñor le enseña cómo

Foto de Monseñor Javier Román Arias

En el 2008, tras más de 40 años en la zona, acabó oficialmente el trabajo de los sacerdotes alemanes, tras la muerte del cura Bernardo Drüg. Desde entonces, y tras un periodo de reacomodo en el que Monseñor Román reconoció un nuevo abandono a estos territorios, el trabajo fue retomado por la Diócesis de Limón que ahora, además de las zonas más cercanas como Amubri y Suretka, se enfoca también en las comunidades de la alta montaña y de más difícil acceso.

Monseñor nos explicó que, por ejemplo, la Diócesis ha desarrollado proyectos de ayuda en tres de las zonas de más difícil acceso: Alto Urén, la de San José Cabécar y la de Telire.

Imagínense que para llegar a Telire, un territorio que tiene más de quince comunidades, se requieren más de tres días caminando (es decir, tres días de subida y tres días de bajada) y ese camino hay que recorrerlo cada vez que se requiera llevar agua, alimentos básicos o que se necesite entrar con un médico o un maestro para las escuelas del lugar.

Evidentemente esta es una realidad que dista un poco de la de quienes tenemos Ebais y escuelas a unas cuantas cuadras de nuestras casas.

Por eso para Monseñor cada ayuda cuenta.

Es esta ayuda la que ya logró que en el Valle de la Estrella se finalizara el proyecto de Casa de la Misericordia, que es une espacio que atiende a las comunidades con recursos para garantizar alimentación y que a su vez apoya a las personas indígenas que vayan hacia zonas altas como Telire:

Ahí se les da alimento y ahí pueden descansar; el otro trabajo que hemos hecho es apoyar a la zona indígena con alimentación, ropa y algunos proyectos de medicina para el territorio".

Además de esta labor, actualmente están trabajando en la comunidad de San José Cabécar para construir un puente sobre el río Cuen con el fin de que dejen de usar el andarivel del que dependen actualmente. Para quienes no lo saben (yo no lo sabía) un andarivel es una especie de cesta o cajón que se utiliza para pasar ríos y que funciona a partir de dos argollas que corren por un cable, algo así como un pequeño teleférico pero mucho más peligroso, principalmente para las personas que viajen solas o enfermas.

De ahí la idea de trabajar en esta nueva opción de puente peatonal, a fin de facilite las condiciones en las que habitan las personas de la zona.

En el lado de Amubri, a su vez, Monseñor nos señaló que están trabajando en otros dos puentes peatonales para facilitar el acceso a los poblados aledaños.

En esta línea, a inicios de febrero la Diócesis de Limón consumó la donación de dos vehículos que se transportaron al lugar como ayuda para sus habitantes. Uno de ellos se destinó para el trabajo en la parte de afuera de Suretka (de este lado del río Telire) y otro para lado adentro, Amubri y alrededores, a fin de ayudar a las personas que habitan estas comunidades a movilizarse.

Monseñor es enfático cuando señala que "falta mucha ayuda en esos pueblos, mucha ayuda del gobiernoy por supuesto, eso es evidente; pero eso no quita que nosotros podamos hacer mucho en esa vía.

Por eso, retomo mi pregunta inicial ¿quiere ir a Talamanca? ¡Apúntese! Monseñor lo lleva: la única condición es que además de ir a conocer la cultura verdaderamente autóctona de nuestro país y disfrutar de las maravillas naturales de la zona, se ponga las botas y se aliste para ir a ayudar:

Llámeme y acompáñeme. Yo puedo decirle 'deme alimento, deme ropa... pero para mí es cargar todo hasta allá. Yo salgo de San José, que es donde recogemos donaciones y por eso invito a la gente a que se vaya conmigo y descubra otras necesidades. Con mucho gusto organizamos una gira para subir y poder ir y que ellos vean y cada quien ayude".

Monseñor aseguró que quienes quieran entrar a dar su apoyo, pueden contactarlo vía Facebook para organizarse.

Se necesitan médicos, odontólogos, mucha gente que quiera subir:

Es importante que vean la necesidad, no es invento mío, es un pueblo que tiene mucha necesidad y mucha hambre".

Por eso y por la labor realizada, es imposible no seguirle el hilo al trabajo de la Diócesis de Limón, así como tampoco quedarse de brazos cruzados y no apoyar en lo que esté a nuestro alcance: done, viaje, camine tres días montaña adentro llevando comida. No hay mejor noticia que saber que este trabajo sigue realizándose en las zonas más necesitadas de nuestro país.