En los últimos meses las relaciones entre Rusia y Turquía han atravesado momentos de tensión y otros de acercamiento; con dos frentes en donde están en ruta de colisión: Siria y Libia. Para comprender esta situación en el eje Moscú-Ankara es necesario mirar la política exterior de Vladimir Putin y de Recep Tayyip Erdogan. Pero no se puede perder de vista la confrontación entre las superpotencias para conformar el orden del siglo XXI; por ahora este proceso ha sido inestable y responde a la dinámica de una era poswestfaliana, en la cual el Estado ya no es el que existió en los pasados doscientos años.

El establecimiento de esferas de influencia, globales o regionales, es un factor clave para la sobrevivencia de potencias grandes y medianas. Desde la perspectiva geopolítica son fundamentales para impulsar el proyecto exterior, de naturaleza imperialista, y desarrollar esquemas de seguridad y defensa, frente a adversarios regionales o mundiales. A diferencia del siglo XX, caracterizado por las luchas hegemónicas entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la presente centuria muestra una era de competencia entre grandes potencias. Por eso es un error pensar que el sistema internacional avanza hacia una nueva época de Guerra Fría.

Así el proyecto de Putin, que rescata la grandeza de Rusia y el poderío de la Unión Soviética, se basa en ambiciones geopolíticas para convertir a Moscú en un centro de poder mundial. Por eso se habla del “mundo de Putin”, como lo explica con detalle Angela Stent en su libro de 2019, “Putin’s World. Russia against the West and with the Rest”. Para esto Moscú debe consolidar su presencia política, militar y económica en su traspatio, incluso aspirando a la “rusificación” de las antiguas repúblicas soviéticas y sus países vecinos. Y en esto Siria es una pieza clave. Y en un tercer círculo (el primero en la geopolítica rusa es Europa, sobre todo el eje ruso-alemán) aparece el Mediterráneo, en donde el foco es Libia. Rusia necesita tener bases navales en el Mediterráneo, para superar el limitado acceso marítimo hacia el Atlántico, que sufrió la Unión Soviética.

Por su parte, Turquía, con el proyecto de Erdogan, busca consolidarse como potencia regional, rescatando la grandeza del imperio otomano. Y el Medio Oriente se convierte en su traspatio natural, siendo Siria su posición clave, para confrontar a sus adversarios históricos: Irán, como heredero del imperio persa; Israel y Arabia Saudita. Mientras que Libia se ha convertido en un escenario de interés para Ankara, porque le permite una proyección fuera de Medio Oriente.

Cabe preguntarse por qué Siria y Libia. La cuestión es que Moscú y Ankara han tejido una compleja red de acuerdos entre esos dos países, a través de alianzas con grupos gobernantes y opositores. Por eso, como titularon algunos medios de comunicación tras la Cumbre de Berlín sobre Libia (19-20 de enero pasado), la letra pequeña en ese foro incluía: Siria. Ese encuentro buscaba que las potencias pusieran fin a toda injerencia extranjera en Libia, sobre todo la rusa y turca.

El punto medular es que los intereses de Moscú y Ankara pueden chocar directamente en el terreno en tierras libias, porque ninguna de las partes confrontadas en Libia tiene capacidad para vencer a la otra. Necesitan el apoyo con tropas y armas de sus aliados.

Pero, de nuevo, lo que se logre en Libia pasa por Siria. Damasco ha pedido la salida de las tropas turcas de su territorio. Erdogan indicó que su presencia es temporal, solo para garantizar su seguridad doméstica en la frontera. Pero entonces aparece el factor curdo, para colocar más piezas sobre el tablero y hacer más compleja cualquier solución.

Y como suele ocurrir en estos conflictos, quien sufre las consecuencias es la población civil, sobre todo los niños y niñas, que ahora en Siria enfrentan condiciones críticas por el invierno y el desplazamiento masivo de personas antes el recrudecimiento de los combates.

Por eso al eje Moscú-Ankara hay que darle seguimiento en los próximos meses, esperando que las tensiones no conduzcan al estallido de combates armados.

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