El Banco Mundial presentó la edición de enero de sus Perspectivas económicas mundiales y proyecta un crecimiento para el 2020 de 2,5%, con aumento de la deuda y un menor incremento de la productividad.

Para la economía estadounidense, se proyectó una desaceleración, ya que su crecimiento alcanzaría el 1,8% en 2020, lo que se señala como un reflejo del impacto negativo de los incrementos en las tarifas —fijados anteriormente— y del aumento de la incertidumbre. Mientras que, en la zona del euro, las previsiones sobre crecimiento fueron modificadas a la baja y se han estiman en un 1 %, dado el contexto de actividad industrial débil.

Por otro lado, el informe destaca que las economías emergentes tendrán un repunte, alcanzando un crecimiento de 4,1% para el 2020, sin embargo, esto no será generalizado, ya que se espera que mejore el desempeño de un pequeño grupo de economías grandes, algunas de las cuales están saliendo de un período de debilidad considerable. Se prevé que cerca de la tercera parte de los mercados emergentes y las economías en desarrollo se desacelerarán este año como consecuencia de que el volumen de las exportaciones y las inversiones será menor al esperado.

Para Costa Rica, el informe proyecta un crecimiento de 2,5% para el 2020, 0.5 puntos porcentuales por encima del 2% que se estima tuvimos durante el año pasado. Además, se señala una tendencia de crecimiento positiva pero lenta para el país que alcanzaría una tasa de crecimiento para el 2022 del 3,2%, por ende inferior al 3.4% que se tuvo en 2017 cuando se empezó a manifestar la desaceleración económica.

A pesar de que el país logra ubicarse por encima del promedio de crecimiento de 1.8% que se estimó para la región latinoamericana, ocupa la posición 11 (junto a otros 5 países que crecerán 2,5%) de los 25 países incluidos en las estimaciones.

Otros retos

El informe del Banco Mundial incluye, además, el análisis de cuatro temáticas claves de la actualidad que, según el comunicado de prensa del Banco Mundial, se resumen de la siguiente manera:

  • La cuarta oleada: La reciente acumulación de deuda en las economías emergentes y en desarrollo. En los últimos 50 años se han registrado cuatro oleadas de acumulación de deuda. La más reciente, que comenzó en 2010, ha sido la más grande, la más rápida y la más generalizada de las cuatro. Si bien los bajos niveles actuales de las tasas de interés mitigan algunos de los riesgos asociados con un endeudamiento elevado, las oleadas previas desembocaron en crisis financieras de amplio alcance. Entre las políticas que pueden reducir la probabilidad de que surja una crisis o que pueden atenuar sus impactos en caso de que se produzca, se incluyen la elaboración de marcos fiscales y monetarios resilientes, la instauración de sólidos regímenes regulatorios y de supervisión, y la aplicación de prácticas transparentes de gestión de la deuda.
  • La promesa se desvanece: Cómo reactivar el aumento de la productividad. La desaceleración del aumento de la productividad —fuente fundamental del incremento de los ingresos y motor de la reducción de la pobreza— producida desde la crisis financiera mundial ha sido la más abrupta y la más generalizada de los últimos 40 años. En los mercados emergentes y las economías en desarrollo esta desaceleración ha reflejado la debilidad de las inversiones y la merma en los aumentos de la eficiencia, así como una menor reasignación de recursos entre los distintos sectores. El ritmo de las mejoras en relación con numerosos factores clave de la productividad laboral (incluidas la educación y las instituciones) ha decaído o se ha estancado desde la crisis financiera mundial.
  • Controles de precios: Buenas intenciones, malos resultados. Los controles de precios son una herramienta ampliamente utilizada en los mercados emergentes y las economías en desarrollo. Si bien en ocasiones se emplean como instrumento de la política social, los controles de precios pueden disminuir la inversión y el crecimiento, empeorar los resultados referidos a la pobreza, llevar a los países a generar una pesada carga fiscal y complicar la aplicación eficaz de la política monetaria. El reemplazo de estos controles por redes de seguridad social mejor orientadas y más extensas, reformas que alienten la competencia y un entorno regulatorio sólido puede resultar favorable para combatir la pobreza y fomentar el crecimiento.
  • ¿Tasas bajas durante cuánto tiempo más? La inflación en los países de ingreso bajo. En los países de ingreso bajo, la inflación ha caído a una mediana del 3 % a mitad de 2019, después de ubicarse en el 25 % en 1994. Esta reducción tuvo como base regímenes de tipo de cambio más flexibles, mayor independencia de los bancos centrales, menor endeudamiento de los Gobiernos y un entorno externo más benigno. Sin embargo, para mantener niveles de inflación bajos y estables en un contexto de presiones fiscales crecientes y de riesgo de crisis cambiarias, los funcionarios responsables deben fortalecer los marcos de política monetaria y la capacidad de los bancos centrales, y reemplazar los controles de precios por políticas más eficientes.