Después de un día cansado y entre unas cuantas copas de vino surgió esta conversación. Para entrar en contexto, nos encontrábamos mi mamá, mi tía y yo. De mi madre puedo destacar lo inteligente que es esa mujer y cómo se adapta a ideas nuevas gracias a su mente abierta. De mi tía, destaco su valentía, pues esta mujer tan cariñosa ha enfrentado el machismo, el tocar fondo y el renacer en quien es ahora. De mí, bueno, de mí destaco mi sed por aprender, mi poco conformismo y mi amor por el cambio constante, pero también una dulzura que me identifica.

Es duro ser tan dulce en un mundo tan amargo, pero eso lo hablamos en otro momento. Entre una copa y otra, mi mamá me dio una lección de vida, dolorosa, pero tan importante que la quiero compartir. Yo, empoderada, hablaba de la injusticia de los femicidios y de cómo me enoja sentir miedo cuando salgo a la calle. Mi tía tocó temas como la vestimenta y la falta de “malicia indígena”, término que recurre a tener astucia.

Claro, duré los siguientes veinte minutos hablando de que el acoso no se daba por la ropa, pues a mí me han acosado con pijama, en ropa de ejercicio, en bata de hospital, de todas formas. Discutí sobre porqué nos enseñaban a cuidarnos y no así a los hombres a respetar. Bueno, yo solo hablé empoderada.

Ante esto veo como el gesto de mi mamá se convierte en preocupación y angustia. Detengo mi discurso, la observo y le permito hablar. Ante su hija, la que siempre ha llenado de fuerza y poder, dijo: “el empoderamiento no es suficiente.” Al ver mi frustración, me sostuvo las manos y entre ojos llorosos me dijo: “mi amor, estar empoderada no es suficiente en un mundo tan injusto.”

La mujer más fuerte que conozco me tocó el corazón y me llené de miedo. Le dije: “mami, yo no quiero permitir el irrespeto por miedo” a lo cual abrazándome respondió: “el terror no es malo, el miedo es bueno, es nuestra intuición hablando. Es una llamada de alerta, cuando se sienta insegura corra, váyase, muévase, prepárese.” Yo seguía en incertidumbre, yo seguía nerviosa. “No es permitir cosas por miedo, es escucharse lo suficiente para que el empoderamiento no la ciegue”, me dijo.

Yo ya empezaba a entender, y me sentía un poco más tranquila. En eso me reiteró: “pero mi amor, esta conversación no debería de tenerse, usted no debería vivir las injusticias de este mundo machista.” Volvió toda mi emotividad, yo sabía que ella me había preparado durante toda la vida para ser una mujer fuerte y libre.

Pero la realidad, la cotidianeidad, la obligó a hablarme de astucia. Para esto, entre mi tía y ella, mencionaron un tema que muchos satanizan: “queremos que sea zorra”. ¿Sabe por qué? porque ellas son astutas y valientes, pero precavidas. Porque ellas reconocen los peligros que las rodean y así logran sobrevivir.

“Mi amor, no sólo se trata de empoderamiento a eso hay que agregarle prevención”

-Con amor y dolor me dijo mi mamá.

En mi corazón tengo un sentimiento de frustración al entender que las mujeres no vivimos, si no que buscamos la manera de sobrevivir. Porque en este mundo patriarcal y machista un 90% de los homicidios los cometen los hombres, según el Estudio Mundial sobre Homicidios 2019 de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC). Siento empatía por todas las víctimas de femicidios y me acuesto pensando que la próxima puedo ser yo.

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