A pesar de que Costa Rica figura en el ámbito global como un país líder en la sostenibilidad, muchos vivimos a diario una realidad menos idealista al ver problemas de basura, contaminación de aire, agua y una cantidad de carros creciente. Y así mismo hay problemáticas en el país que a pesar de ser menos visibles provocan gran inquietud. Los efectos de la industrialización de la agricultura en Costa Rica es uno de estos temas.

La brecha entre las diferentes maneras de explotar los recursos naturales, los niveles de intensidad en términos de capital, de productividad o de integración a los mercados son enormes. La agricultura varía muchísimo y por ende, sus efectos también. La agricultura industrializada, caracterizada por grandes extensiones de monocultivos, es responsable de la conversión de muchos bosques a tierras de cultivo, que resulta en un aumento de las emisiones de CO2 y N20 de los suelos. Los últimos meses hemos sido testigos de la quema de grandes extensiones de las Amazonas para dar campo a más tierra de cultivo.

La agricultura industrial también es responsable del incremento dramático en el uso de agroquímicos. En el 2011, la FAO había reporatado a Costa Rica como numero 1 en el mundo en el uso de agroquímicos, con 51.2 kg por hectárea. Y no hay razones para pensar que estas cifras hayan caído significativamente. A principios del 2017, La Federación para la Conservación de la Naturaleza (Fecon) denunció la importación histórica de 18.6 millones de kilogramos de ingredientes activos para agroquimicos como resultado de los polémicos reglamentos firmados durante la administración de Luis Guillermo Solís. El mes pasado el Ministerio de Salud denunció el uso inadecuado de herbicidas en el país al ser utilizados en áreas públicas de manera descontrolada.

La alternativa

El modelo actual de la agroindustria ha logrado suplir una oferta de comida consistente en supermercados alrededor del país a cambio de una explotación sistemática de recursos naturales, muchos no renovables. Y es que claro cualquier tipo de agricultura va a consumir recursos naturales, pero la agricultura familiar, heterogénea en definición, misión y visión es claramente distinguible de la agroindustria.

En Costa Rica, la agricultura familiar está ligada a la ruralidad la cual se ha visto significativamente transformada al estar cada vez más incorporada al espacio urbano. La Encuesta Nacional de Hogares (2017) estima que en el área rural costarricense habitan un total de 1,354,630 mil personas, de los cuales el 44,4% se dedica a actividades agrícolas. De los hogares rurales, cerca del 25% se encuentra en situación de pobreza extrema o no extrema, superior al porcentaje nacional del 20%.

Hay evidencia contundente que la agricultura familiar contribuye significativamente a la producción agrícola de comida para el mercado doméstico, en otras palabras, es importante en la seguridad alimentaria del país. Seguridad alimentaria, no solo se define por los niveles nacionales de producción sino es un tema que involucra acceso, control, gobernanza, pobreza, género y derechos humanos. En Costa Rica desde los años 80, los fondos públicos, créditos y otros recursos para pequeños agricultores se han reducido por lo que hoy la mayor parte de ellos subsisten comercializando con su mercado directo.

Cabe aclarar, que no por ser familiar o de pequeña escala es necesariamente una agricultura sostenible, todavía existe el uso descontrolado de agroquímicos en muchas de estas fincas. Pero también existen agricultores familiares que están desafiando las maneras convencionales de producir trabajando métodos agroecológicos, que buscan reducir la dependencia en agroquímicos y energías fósiles. O bien las fincas integrales del país que se concentran en utilizar los flujos de energía para producir de manera más sostenible.

Como consumidores podemos buscar no solo mercadería nacional, que resulta más fresca al haber viajado distancias más cortas, sino también aquella que viene de agricultores familiares producida con metódos más sostenibles. Esto implica informarse y establecer relaciones con agricultores en las ferias del agricultor alrededor del país, que continúan ofreciendo una selección inmensa de productos a buenos precios. Además, existen ferias orgánicas como El Trueque, la Feria Verde en Barrio Aranjuez y en Ciudad Colon, la Feria San Luis en Grecia y Feria La Verbena entre otras. Lejos de perfectas, estas ferias ofrecen espacios comunitarios donde consumidores conscientes e interesados pueden buscar productos de calidad e interactuar directamente con aquellos que lo producen.

Adicionalmente, existen iniciativas municipales y comunales sobre temas de seguridad alimentaria abiertas al público. La municipalidad de Escazú lanzó la Feria de las Hortalizas donde, como explica Marcos Hernández, “reúnen agricultores del cantón los miércoles con el fin de captar a aquellos consumidores que dependen de supermercados”. La Red de Huertos Urbanos lista 46 huertas urbanas alrededor del país donde es posible colaborar y aprender sobre huertas. Y finalmente en Santa Ana, la municipalidad tiene una oficina dedicada a la seguridad alimentaria y realizan actividades educativas, coordinan una huerta comunitaria y están en proceso de lanzar mercados directos con agricultores de la zona.

Es Político

El mundo enfrenta un desafío sin precedentes al verse obligado a aumentar la producción de alimentos al menos un 60% para alimentar a una población global proyectada entre 9 y 10 mil millones de personas. Este desafío, ya desalentador para países como Costa Rica se ve exacerbado por las actuales y futuras proyecciones de los impactos negativos de la crisis climática, ecológica y socioeconómica.

En el país, sigue sin aprobarse en la Asamblea Legislativa el proyecto “Ley Marco del Derecho Humano a la Alimentación y la Seguridad Alimentaria y Nutricional” lo que pone en pausa estos temas de creciente importancia. La seguridad alimentaria, la agroindustria y la agricultura familiar se ven envueltos en conflictos políticos, y a pesar de que las problemáticas no se resolverán con acciones individuales basadas en consumismo, no se deben de desvalorar el potencial de comprar directo a los agricultores pequeños.

El pasado 26 de setiembre el grupo transnacional de campesinos, la Vía Campesina se presentó ante las Naciones Unidas declarando la urgencia de poner los derechos humanos y la naturaleza frente a la búsqueda de lucro de la agroindustria. En Costa Rica, adonde gozamos de una agricultura tan rica en cantidad y calidad de cultivos, debemos como ciudadanos y consumidores apoyar nuestra economía local, nuestros agricultores nacionales, nuestro patrimonio cultural y así fortalecer las bases de una seguridad alimentaria basada en justicia y sostenibilidad.

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