Dicen que decía “Gorgojo” que los ticos somos excelentes para predecir lo que va a ocurrir y con un altísimo nivel de precisión. Ejemplificaba así: todo adulto en Costa Rica ha dicho que “va a temblar” y resulta que de veras temblaba. Claro, el problema está en que muy pocos decían cuándo y aún menos los que decían cuándo y “pegaban”. Pero eso no quita que la gente siga diciendo que temblará y cuando tiembla dicen “ves, te lo dije”. Pues bien, predigo que “la situación económica mejorará”, pero no me pregunten cuándo empezará esa recuperación.

Pero esto no pasa solo en Costa Rica. El comportamiento es prácticamente universal; pero, por supuesto, no de todas las personas: a mayor formación y criterio más científico, menor la propensión a decir trivialidades. Pero, evitar las trivialidades en público choca contra el deseo de la mayoría de la gente de que le den argumentos simples, información fácil de digerir y que ojalá calce o coincida con las preconcepciones que el interlocutor (o los interlocutores) ya tenían sobre un asunto. En esta disyuntiva yace una de las principales diferencias entre la gente más educada y analítica y “el saber popular”, sin despreciar a éste en lo que cabe.

Una de las ventajas de pensar metódica y analíticamente, es saber distinguir. Distinguir para ubicar los problemas, desmenuzarlos. Evitar la aplicación mecánica de “soluciones” a asuntos o problemas que poseen diferencias entre sí. Si las diferencias son menores, el riesgo de confusión es mayor. Por eso, en la esfera de las políticas públicas, resultan de gran importancia los matices.

Obviamente, con frecuencia las diferencias entre una y otra política o acción, no son de matiz, pero estos casos son más fáciles de reconocer y usualmente responden a diferencias de valores y de objetivos. Aquí puede hablarse de claras diferencias ideológicas. En estos casos resulta más difícil, aunque no imposible, llegar a acuerdos. Lo es si hay varios temas en disputa; se abre la posibilidad de intercambios de posiciones (“de cromos o postalitas”), siempre y cuando haya buena fe y flexibilidad mental. En cambio, cuando las diferencias son de matiz, los acuerdos son más difíciles, pero tampoco imposibles. Se necesitará más paciencia, creatividad, solidaridad, empatía, flexibilidad. Y siempre buena fe. Sin buena fe, se complica y hasta es indeseable llegar a acuerdos con esa parte; no quedará más que vencer, aunque sea sin convencer.

Con todo lo que ha pasado en el país en las últimas semanas, creo que es posible encontrar momentos, personajes, temas (¿Teatro Nacional?), en los que las ideas centrales que he expuesto, quedan ilustradas: el conocimiento, la capacidad analítica, el pensamiento metódico, las ideologías, los matices y sobre todo la buena (o mala) fe. Creo que la gran mayoría de los lectores de este medio digital coincidiríamos en un eventual ejercicio para clasificar a los principales personajes de estas semanas.

Creo, aún más que en el fondo, la mayoría de los costarricenses pensamos de modo bastante similar en muchos temas fundamentales. Pero la cosa se ha enredado, porque el ruido que introducen los de mala fe (y los hay en ambos lados del espectro ideológico), nos alejan. Habrá que construir el acercamiento con paciencia. “Predigo” que esto pasará…

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