FUNDAMENTALISMO RETARDATARIO

¿De qué va la entrevista de hoy?

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He visto dos ojos morados en mi vida. Uno mío, y otro de una vecina. El mio quedó morado por un accidente de niños escolares, en un descuido me incrustaron un palo de la escoba en el ojo. El de mi vecina fue violencia doméstica.

Recuerdo que cuando crecí, también hubo violencia en mi casa. Vivíamos en un sitio complicado y claro que en el vecindario también se daban estas desgraciadas situaciones.

Una mañana mi mamá salió a socorrer a una vecina que quería ir a poner una denuncia. A la vecina le decían “panadera”, porque junto a su esposo hacían pan. “Panadero” le pegaba a ella.

La casa de panadera era grande y linda. Tenía una puerta independiente de la calle a su habitación, por ahí entramos y con costos ella se apoyó en mi mamá. Cuando se quitó los lentes oscuros vi su ojo morado.

Yo seguro que debí tener ocho o nueve años. Y hasta hoy, es algo que marcó mi vida. Tengo una aversión por toda clase de violencia.

Lamentablemente, el caso de panadera (de quien no contaré su nombre real, pues no le pedí permiso) no es aislado. En siete años, de 2010 a 2017, según el Observatorio de de Violencia de Género contra las Mujeres, más de 380 mil mujeres solicitaron medidas de protección por casos de violencia doméstica.

También, según el mismo Observatorio, en 10 años, del 2007 al 2017, se recibieron más de 175 mil casos nuevos en las Fiscalías Penales de Adultos por delitos contemplados en la de Ley de Penalización y Violencia contra las Mujeres (LPVCM):

Las 5 principales causas presentadas ante el Ministerio Público por delitos en contra de la LPVCM en orden de magnitud y que representaron el 95.48% de los casos entrados del periodo 2007 al 2015 fueron: Incumplimiento de una medida de protección (31.10%), Maltrato (28.96%), Amenazas contra una Mujer-violencia psicológica (17.86%), Ofensas a la Dignidad ( 10.81%) y Violencia Emocional (6.73%)

No caeré en la ingenuidad de preguntar, “¿de quién es la culpa?” para caer en la obvia reflexión de responder que la responsabilidad es de toda la sociedad. Porque eso ya lo sabemos, sin embargo sí me interesa analizar nuestros puntos ciegos.

Para esto, me reúno con Patricia Mora Castellanos, presidenta ejecutiva del Instituto Nacional de la Mujer.

NACE

La presidenta ejecutiva empieza la conversación apoyando el relato de que que la violencia contra las mujeres es estructural, es sistémica.

“Este es un sistema que funciona y ha funcionado históricamente  'gracias' a que las mujeres hemos tenido ese papel, que la estructura cruzada e impregnada por el machismo y el patriarcado nos ha adjudicado.

Es decir, la vida no sería posible si nosotras no tuviéramos la dedicación en solitario de la reproducción de la vida. Porque, a partir del acto del nacimiento de una criatura, somos las mujeres quienes tenemos que garantizarle a la sociedad que ese ser humano será cuidado.

Actualmente, por ejemplo, mi nieto de tres  meses tiene un padre del Siglo XXI, y entonces está garantizado el cuido a la mitad. Pero esto no siempre ha sido la norma.

En nuestro país y en el planeta entero, la norma ha sido, casi sin excepción, que las mujeres tenemos bajo nuestra responsabilidad la reproducción de la vida, o sea, que gracias a nuestros esfuerzos y cuidados, esos seres humanos consigan ser productivos.

¿Te das cuenta? Tenemos la responsabilidad de convertirlos en seres humanos que muevan al mundo. Eso es”.

Me dice Mora que la responsabilidad de crianza, educación y productividad ha recaído históricamente en nosotras. Lo veo con mi mamá, quien a pesar de que ya la mayoría hemos salido de su casa, sigue sintiéndose responsable de lo que nos sucede. Ella tiene ese chip de que era, es y será su responsabilidad.

Sin embargo, algo está cambiando, “en el planeta entero hay un clamor de las mujeres exigiendo que esta situación acabe. Nosotras estamos exigiendo con voz más alta, y quizás más acompañadas, que esto no puede seguir siendo así”, recalca doña Patricia.

¿Es esta la raíz de la violencia de género?

Cuando hablo de violencia de género no la estoy limitando al moretón que le podría aparecer a una mujer en la en la cara.

Posiblemente, vos ni yo tengamos nunca el moretón en la cara, lo cual no significa que no suframos violencia de género.

Nosotras, en el INAMU manejamos el concepto violencia de género en su más amplia definición. Son todas las manifestaciones de una sociedad machista que hacen que las mujeres tengamos un lugar subordinado, un lugar no privilegiado y un lugar con grandes cuotas de exclusión.

Podríamos hablar de violencia física, emocional, patrimonial, política y económica, etc. Y, en la raíz de esto, lo que agrava toda la situación es la pobreza y la exclusión social.

Patricia Mora es una mujer, a todas luces, apasionada. Ella verdaderamente cree en las luchas que da. Es evidente que su tono de voz habla más que sus propias palabras, pues con él conduce el énfasis de sus ideas. Diría yo que, hay un aire casi irónico en cómo deja fluir su discurso.

Siempre he tenido la impresión de que tiene demasiadas ideas a la vez, y entonces de vez en cuando no termina de expresar una cuando ya empezó la otra.

CRECE

La violencia contra las mujeres no es solo doméstica, como muchas crecimos viendo o escuchando. Como ya lo comentó, la también ex diputada, Patricia Mora, la violencia de género en su amplio sentido del término abarca muchas aristas. Una de las más evidentes y cotidianas es la brecha salarial.

Personalmente, esta realidad me da mucha rabia. En Costa Rica la brecha varía según el ingreso salarial de las personas, pero en promedio es de 7.8% según el Informe Global de Salarios de la Organización Internacional del Trabajo.

Y aquí es donde viene la contrariedad, pues, no solo en este informe, sino también en muchos otros estudios se habla de que a mayor educación, existe mayor oportunidad de mejorar ingresos, sin embargo, vemos que para las mujeres esto no es tan así.

De hecho, tres estudiantes de la UCR presentaron una tesis que evidencia la discriminación salarial hacia las mujeres desde el año 92 hasta el 2013. No solo la conclusión es obvia —los hombres ganan más—  sino que también deja al descubierto que en algunos casos, de haberse aplicado un salario justo, es decir, tomando en cuenta la dotación del capital humano, las mujeres hubiesen ganado hasta un 13% más que ellos.

“Somos el eslabón más débil en la cadena productiva y no puede ser que desde hace 25 años no se muevan los porcentajes de nuestra incorporación a la Población Económicamente Activa.

Y si vos te das cuenta, Trilce, el porcentaje de mujeres graduadas en la universidad es mayor que el de los hombres. Sin embargo, andá al mercado de trabajo, te darás cuenta que participamos mucho menos.

Esto puede tener diversas razones. Puede ser porque la mujer tiene un niño y se retira, pero un día ya no tienen más niños que cuidar, pero hay papás viejitos que atender”.

La ministra se refleja en sus ejemplos. Entre la rapidez de sus ideas, le capto que cuando quiso estudiar un doctorado, llegó el tiempo de cuidar a sus padres. Mora resolvió estar con sus papás, “y lo volvería hacer”, enfatiza como quien no se arrepiente de su decisión, “porque ese chip ya lo traemos”.

SE REPRODUCE

Una ventaja que personalmente le encuentro a que Patricia Mora ocupe este cargo es que, en su calidad de ex diputada, conoce cómo se crea la legislación en favor de la mujer.

Sin embargo, según comparte, lo que más conoce es cómo no retroceder en la conquista de los derechos de las mujeres, pues poco avance se ha logrado. Manifiesta que el “germen del fundamentalismo retardatario” se ha sentado en el Congreso.

¿Qué tan difícil es tener iniciativas para lograr la igualdad de derechos entre hombres y mujeres?, ¿Es esto un discurso o realmente hay voluntad para avanzar en esta materia? Porque lo que parece es que se relegan a segundo plano...

Ayer lo hablaba con Epsy Campbell, la vicepresidenta de la República, porque las dos fuimos integrantes de la Comisión Derechos Humanos cuatro años. Hubo proyectos que tomamos el 2 de mayo del 2014 y entregamos el 30 de abril del 2018 en el mismo estado.

Fue imposible avanzar a un milímetro, y no era que se pedían barbaridades para las mujeres, no.

Logramos detener algunos retrocesos, pero no conseguimos ningún avance. Es decir, de lo que yo puedo hablar, en el primer Poder de la República existe una resistencia estructural y sistémica para que las mujeres podamos consolidar los derechos que hoy tenemos, dicho sea de paso, son enormemente frágiles.

Este Instituto tiene 20 años. Cuando uno es joven piensa que una institución de 20 años es vieja, pero este Instituto se cierra de un plumazo. Porque ha estado en la mira de sectores a los cuales, por razones que quizá no vale la pena analizar, les molesta que las mujeres ocupemos sitios que legítimamente nos corresponden.

Pero por otro lado, también te puedo hablar de una militancia muy larga, larguísima en partidos de izquierda. ¿Sabes cuál es un dolor que yo tengo? que aún cuando creí que ya nada me iba a sorprender, me di cuenta de que mis hijas estaban en lo cierto cuando me llamaban la atención, sobre la manera en cómo algunas organizaciones políticas (que yo creo que defienden el bien común y los ideales más nobles de la humanidad) que aún en esas organizaciones, las reivindicaciones de las mujeres van de último.

Entonces, para responder a tu pregunta, te digo que sí. Los derechos de las mujeres han sido postergados, incluso en aquellos movimientos políticos que yo más respeto. Han cometido la enorme injusticia de postergar los derechos de las mujeres en pos de temas duros, 'los más importantes', los económicos, por ejemplo, pero los temas de las mujeres quedan para después.

Pero, ¿sabés qué pasa? que las mujeres ya se cansaron. Me parece que no estamos dispuestas [a seguir igual], y no te estoy hablando de mujeres de la academia, no, también de mujeres en zonas rurales.

Mora Castellanos es firme creyente de sus ideales políticos. Ella misma reconoce que no tiene sus banderas guardadas, sino que, por un compromiso con el país ha suspendido su militancia política, pues así se lo demanda el Tribunal Supremo de Elecciones.

Sin embargo, sigue apoyando los ideales “más nobles” que la política de izquierda, en la cual lleva militando toda su vida, defiende. Su objetivo es que en Costa Rica se reconozcan los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

En 2009, el ex diputado José Merino del Río (1949-2012) y la ex diputada Ana Helena Chacón, presentaron el proyecto 16887, que pretende agregar un capítulo a la Ley General de Salud. “Creo que una batalla que hay que dar en este país es la conquista de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, porque es nuestro cuerpo”, deja saber.

“Existe una píldora, llamada del día después, que no es abortiva. Está documentado que es una anticoncepción de emergencia, pero no la ofrece el Seguro Social. Sin embargo, si vos tenés dinero para ir a la farmacia vas, y te dan un pequeño cóctel, te lo tomás y listo.

Este proyecto consiste en agregarle el capítulo de derechos sexuales y reproductivos de la mujer, a la Ley General de Salud. Porque el ámbito de salud de las mujeres, no existe en la Ley General.

La iniciativa fue retomada en 2014 por todas las mujeres, bueno... la mayoría de mujeres que estábamos en la Comisión de Derechos Humanos, para ponerlo de primer lugar.

Pero, cada vez que este proyecto se iba a discutir en Comisión, se movilizaban cinco personas que ya constituyen un germen de fundamentalismo retardatario y traían 600 mociones. Entonces el proyecto se retiraba.

Lo único que ese proyecto de Merino y Ana Elena plantea es que se legalice la píldora de anticoncepción de emergencia y que el Ejecutivo firme la norma del aborto terapéutico”.

MUERE

La responsabilidad social sobre el resguardo de todos sus individuos, recae sobre los hombros de toda la ciudadanía. Eso no hay ni que explicarlo, creería una.

Según estimaciones demográficas del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), al 2019 podría existir una diferencia poblacional entre hombres y mujeres de 40 mil personas, siendo que hay más hombres.

Por esto, ante los ojos de Patricia Mora, no puede ser que casi la mitad de la población costarricense viva sin el reconocimiento pleno de sus derechos. “Todos los seres humanos nacemos iguales ante la Ley”, señala.

Sin embargo, que esto se cumpla depende del trabajo de toda la institucionalidad costarricense. El INAMU es un ente rector que coordina y vigila que el resto de instituciones públicas “establezcan y ejecuten las políticas nacionales, sociales y de desarrollo humano, así como las acciones sectoriales e institucionales de la política nacional para la igualdad y equidad de género”.

Doña Patricia, socialmente se ha construido la idea que la responsabilidad de resguardar a las mujeres es del INAMU…

Sin duda. Digamos cuando sucede un femicidio, la prensa me llama y me pregunta que si ya estuve en el lugar de los hechos. Inmediatamente yo me pregunto ¿por qué yo debería ir al sitio de los hechos? Yo no soy policía...

Vamos a ver, un ejemplo que documenta que la responsabilidad no es del INAMU en solitario: el decreto ejecutivo que firmamos Don Carlos Alvarado y yo, el 14 de agosto pasado.

En él que se declaró que, en este país se vive un estado de emergencia por la violencia contra las mujeres. El decreto prioriza el trabajo para erradicar la violencia de género. La pretensión que se decretó desgraciadamente no es la que dentro de un año no haya violencia contra la mujer, esa es la aspiración humana más grande, sin embargo, la aspiración que tiene [el decreto] a corto plazo es que, el trabajo de erradicar la violencia, en sus distintas manifestaciones, debe ser incorporado y adquirido por la institucionalidad pública.

Las compañeras del área de violencia y yo nos fuimos jerarca por jerarca diciéndoles:  vea a Don Fernando Cruz, presidente de la Corte Suprema de Justicia, esto es lo que le corresponde a la Corte, ustedes nos hacen el enorme favor de entregar cada tres meses el reporte tal; mire Don Edgar Mora, ministro de Educación, esto es lo que le corresponde a usted, etc.

Es decir, nosotras vamos a vigilar de que la institucionalidad incorpore los principios [de igualdad y respeto], de lo contrario, es como gastar pólvora en zopilotes. Una institución por sí sola no puede [lograrlo]. Es como un todo que la institucionalidad podrá conseguir la igualdad de género.

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La intensidad no mermó durante nuestro encuentro. Una impotente Patricia Mora se enfrenta, desde el ámbito político, a la desgraciada realidad social que vivimos las mujeres.

Su ahogo al hablar y la rabia con la que cuenta que no es posible que en Costa Rica, en pleno 2019, sea prohibido para una mujer trabajar por la noche, es la cumbre del colmo, según manifiesta.

Ella se mostró muy interesada en aclarar lo que el INAMU realmente es y hace. Por otro lado, fue especialmente despreocupada, pero segura, al aseverar que esta institución podría ser cerrada de un plumazo.

Claro que, sus preocupaciones no son infundadas, recordarán ustedes que de haber resultado presidente de la República Fabricio Alvarado, existía la posibilidad de devolver al INAMU a su figura inicial de “Centro Nacional para el Desarrollo de la Mujer y la Familia”.

La política vive momentos distintos, en los que literal y tangiblemente lo personal se ha vuelto político. Concluye Patricia Mora diciendo que, los tiempos de polarización social por temas meramente públicos han quedado atrás. Ahora lo que divide son temas privados.

"Hoy se han irrespetado otros límites. Permitir que haya medios de prensa que saquen fotos de una muchacha lesbiana descuartizada atenta contra los derechos humanos y contra la estabilidad democrática, porque instala un discurso de odio y eso ayuda a naturalizar la violencia contra las mujeres.

Hoy en el planeta se ha aceptado a presidentes, como Jahir Bolsonaro, que sale en televisión a decir que tiene 4 hijos, tres varones y una mujer, que fue procreada en un momento de debilidad.

Eso queda en el chip, y a partir de ahí habrá un muchachito en Guácimo, que tal vez no escuchó lo que el presidente de Brasil dijo, pero ese discurso queda en el aire de los tiempos".

Para terminar, quiero retomar la historia de “panadera”, quien luego de algunos años, logró salir del círculo de violencia en el que vivía. Sus hijos e hijas también salieron con ella.

De sus hijos no sé mucho, pero sus hijas, todas son mujeres que, además de salir adelante, son amables y exitosas. Su vivencia me sigue inspirando a luchar todos los días por una Costa Rica más igualitaria.