Embestidas a la participación política de la mujer. Me he quedado en la cabeza con el nombre de la tertulia a la que asistí hace un par semanas. Aquella noche nos permitió escuchar de cerca, muy de cerca, a mujeres increíbles, que han dado luchas contra las discriminación y el acoso que vive nuestro género una y otra vez en la arena política.
En la mesa principal estaban Graciela Incer Brenes, Thais Aguilar, Carolina Hidalgo y Laura Chinchilla. Justamente ver a esta última en un espacio público, hablando sobre su experiencia y trayectoria en la política, sobre lo que fue su mandato presidencial desde una óptica femenina, me hizo recordar cuando tenía catorce años.
Esa era mi edad cuando la escuché por primera vez de frente. Recuerdo que estábamos en un edificio en Montes de Oca, ella lucía empoderada, fuerte, tenía un brillo en sus ojos al hablar de la gran oportunidad que estaba a sus puertas, una oportunidad que había sido un privilegio de hombres, porque sí, nuestra sociedad le da dado un rostro masculino al poder y a los espacios de toma de decisiones y por eso apenas por primera vez estábamos a punto de presenciar a una mujer siendo presidenta.
Recuerdo que en su discurso, previo al día de las elecciones, nos comentó sobre los desafíos a los que se enfrentaba y sobre los grandes problemas que su Gobierno debería resolver. Recuerdo que hablaba sin temor, que hablaba de forma libre, apasionada, con energía y con mucho entusiasmo. No percibí miedo y eso me generaba confianza, a eso quería aspirar: a ser una mujer en política, viendo la política como una herramienta de transformación social.
En esta ocasión habían pasado algunos años, yo ya no soy la adolescente que le miró admirada, ahora soy una joven adulta explorando y participando activamente en política, que le escuchó con entendimiento, comprensión y sororidad. Esta vez doña Laura habló sobre su paso por la presidencia y sobre la lucha diaria que dio por cuatro años contra una sociedad patriarcal, que le invisibilizó y minimizó.
Esa noche, sin embargo, ella no estaba sola, le acompañaban otras grandes mujeres que han llevado la misma batalla, le acompañaba un auditorio lleno de personas a la expectativa de aprender e identificar las luchas que se dan desde lo político, porque al final el acompañamiento y la sensibilización son pilares fundamentales en esta lucha.
Laura Chinchilla se enfocó en el acoso y violencia política que vivió, producto de la sociedad costarricense que sigue encasillando a las mujeres por debajo de los hombres. Sí, doña Laura llegó a la Presidencia después de una campaña agotadora y machista, pero su paso por el Gobierno fue el que le acarreó una serie de situaciones donde se priorizó el papel de ella como esposa y madre, antes que como Jefa de Estado. La misma prensa se encargó de deslegitimar cada idea u oportunidad que tuvo doña Laura para construir, porque parece que el país solo se puede construir cuando las ideas son de hombres o bien las ideas solo son válidas cuando provienen de una voz masculina.
Mientras doña Laura hablaba, yo solo pensaba en la fortaleza que ella tuvo, en las situaciones de las mujeres políticas que conozco y en las mías propias. Pensaba que estar en política ya es complicado, claro, una política tradicional, como lamentablemente se sigue viviendo en este país, y que ser mujer lo hace el doble de complicado y a eso debemos sumarle ser joven ¡es que la tenemos difícil!
Por eso no puedo dejar de admirar a doña Laura y cada una de las mujeres que han decidido asumir el desafío y entrar a cambiar la política; como bien dice Michelle Bachelet (expresidenta chilena) “una mujer entra a la política y cambia la mujer, muchas mujeres entran en la política y cambia la política”. Fue un momento “grande” escuchar a doña Laura citar a doña Michelle, ambas dieron la lucha por empoderarse en puestos históricamente de hombres, ambas decidieron tratar de cambiar la política.
Doña Laura siguió hablando de cómo durante su Gobierno se trató de invisibilizar las prioridades que ella había asumido, como la necesidad urgente de una reforma fiscal, medida que habría ayudado a evitar la crisis que hoy vivimos. Sin embargo, cuando ella quizo darle protagonismo al tema, recibió el rechazo de líderes. Sí, masculinos, se imaginan que entonces sea válido preguntar “¿volverían a votar por un hombre? Ey, ellos nos llevaron a todos los problemas actuales”. ¿Les suena loco? Lo es, pero cuando se hace la pregunta sobre votar por una mujer nuevamente las respuestas son preocupantes y solo demuestran que la sociedad patriarcal a la que se enfrentó doña Laura en 2010 sigue siendo algo similar en pleno 2018, ocho años después.
¿Y entonces? Solo nos queda continuar dando lucha y ayudar a que cada vez hayan más mujeres compartiendo y liderando espacios de toma de decisiones, compartiendo el poder, proponiendo y construyendo, creando una agenda que beneficie al país. Por eso aprovecho este primer acercamiento para decirles que por más embestidas que nos den por ser una mujer joven en política, no estamos solas, cada vez somos más y nos une el trabajo y la sororidad, el acompañamiento y la necesidad de que la voz y la visión de la mujer sea parte de todos los espacios y que las tomas de decisiones sean para todas y todos.
A doña Laura, a quien vi nuevamente con libertad en un espacio público hablando sobre su participación en política, le agradezco por la visión y acción que tuvo durante su mandato, por permitirle a aquella joven de 14 años tener la oportunidad de pensar en grande y volar, y le agradezco por abrir camino en una sociedad patriarcal, porque ahí vienen (vamos) muchas detrás.
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